El Otro Lado de la Colina
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Esta es la última entrega de este largo y detallado diario de diseño. En él se ha incluido materia que forma parte de los componentes del juego, como ejemplos o notas del diseñador, pero se han ampliado y estructurado de modo que ayuden a comprender la filosofía del diseño.
Cuando comencé a trabajar en este proyecto, hace más de siete años, la idea original era diseñar un juego centrado principalmente en las conspiraciones militares contra Hitler, que culminaría con el fallido atentado del 20 de julio de 1944. Como acotación, debo decir que en su momento vi la película Valkiria (la de Tom Cruise, sí) en el cine, pero, a pesar de que me pareció muy acertada, o quizá precisamente por ello, no he sido capaz de volver a verla. Es algo que tengo pendiente, pero se me hace muy cuesta arriba volver a ver el triste destino de unos hombres valientes y leales a sus principios que arriesgaron sus vidas y las de sus familias y amigos para luchar contra el mal sin paliativos. Lo paso mal durante el desarrollo de la película, siguiendo sus planes y esperanzas, cuando todo el tiempo conozco el terrible destino que corrieron.
De alguna manera, El otro lado de la colina es un homenaje a estos hombres íntegros, a esos pocos hombres justos de los que habla von Tresckow (Kenneth Branagh) en la película, que intentaron salvar a su pueblo, o al menos dejar un testimonio del honor de su pueblo. Como en Sodoma y Gomorra, Tesckow se pregunta si es posible encontrar diez hombres justos en la Alemania nazi. Algunos de esos hombres justos están en el juego y se engloban en el grupo de interés de los Opositores.
Y, sin embargo, lo más triste del juego es precisamente que muy pocos Generales pueden ser identificados como opositores. La inmensa mayoría del generalato alemán fue muy hábil para encontrar excusas que justificaran su continuada adhesión al régimen nazi: el juramento de lealtad personal a Hitler, no traicionar a su país en guerra, la certeza de que sus hombres no les seguirían, etc. Lo que se menciona pocas veces es que Hitler colmó de regalos a la élite del estado mayor alemán: dinero, casas, tierras aseguraban que generales alemanes como von Rundstedt, von Manstein, Rommel, Guderian o muchos otros continuarían encontrando excusas para ignorar sus principios. En el juego, la carta de Directiva política “Regalos a los generales” refleja este vergonzoso y poco conocido hecho.
En las varias conspiraciones contra Hitler participaron generales que en el juego no se identifican inicialmente como opositores, y es que algunos generales sólo se convirtieron en opositores como resultado de sus experiencias en la guerra. Hoepner, por ejemplo, se unió a la conspiración por resentimiento, tras ser deshonrosamente apartado de su mando en el invierno de 1941. Rommel se involucró con los opositores como resultado de la decepción con la marcha de la guerra y probablemente su desengaño personal con Hitler, al que no fueron ajenas sus derrotas. Aunque la implicación de Rommel fue totalmente pasiva, finalmente le costó la vida.
Otros generales, que en la cultura popular han pasado como opuestos al régimen de Hitler, o al menos a sus decisiones, en realidad actuaron contra los opositores tras la conspiración. Los muy afamados von Rundstedt y Guderian formaron parte del tribunal de honor militar que expulsó del ejército a los militares acusados de participar en la conspiración del 20 de julio, condenándolos al vergonzoso juicio al que los sometió el infame Freisler.
Así pues, mi intención fue diseñar un sistema que permitiera simular y explorar estas diabólicas lealtades enfrentadas y la propia perversión del concepto de lealtad que se vivía en el Tercer Reich. Para ello era necesario que cada jugador se hiciera cargo de distintos aspectos de la guerra, y esto puede confundir a los que se aproximan al juego por primera vez. ¿Son los jugadores responsables de un área de la conducción de la guerra? ¿Representan al Grupo de interés de su carta de Objetivo? ¿Son responsables del destino de los Generales que controlan en su tablero de jugador? La respuesta a todas estas preguntas es sí.
En un momento cualquiera de la partida, los jugadores tienen que tratar de armonizar todos estos intereses, aunque en ocasiones resulten contradictorios. Un jugador puede pensar: «tengo al General perfecto para esta batalla, pero si lo propongo y es activado, puedo otorgar puntos de Influencia al jugador con la carta de Objetivos de su Grupo de interés». La respuesta a menudo dependerá de las circunstancias: ¿Es una batalla fácil o difícil? ¿Cómo está la puntuación de Prestigio e Influencia en ese momento? ¿Controlo yo al Jefe del Grupo de Ejércitos en la batalla y tengo por tanto más interés en que se resuelva con una victoria? Si tengo la carta de Objetivos de los opositores, ¿sería sospechoso que me abstuviera? Si no la tengo, ¿estoy atrayendo las sospechas sobre mí y dificultando la identificación del verdadero Opositor?
Este mismo equilibro entre intereses variados y tamizados por el contexto se puede aplicar a la elección de una carta de Directiva, al movimiento de los Ejércitos o al reparto de Recursos en la tabla de Producción. Y precisamente se trata de ello: de que los jugadores valoren ventajas y desventajas en un contexto variable en el que no disponen de toda la información.
Los Puntos de Prestigio otorgan la victoria al final de la partida y las cartas de Objetivos y Secciones del Alto Mando son fuentes de Prestigio para los jugadores.
Durante la partida, cada jugador tendrá asignadas las funciones de un jefe de Sección del Alto Mando. Sin embargo, un jugador no elegirá una Sección del Alto mando y será responsable de ella durante la partida, sino que las Secciones del Alto Mando se redistribuyen al comienzo de cada año de juego, siguiendo el orden inverso al Prestigio de los jugadores. Por tanto, los jugadores con menos Prestigio serán los primeros en elegir su Sección del Alto Mando para el año entrante. Esta naturaleza rotatoria de las Secciones del Alto Mando tiene sentido desde el punto de vista de la simulación histórica, pero también desde el punto de vista de la experiencia lúdica del juego como competición.
Desde el punto de vista de la simulación, los cambios de criterio y de responsables fueron constantes en las áreas de producción y de dirección de las operaciones. La investigación de tecnologías durante la guerra se caracterizó por altibajos y proyectos de rentabilidad dudosa que se iniciaban y languidecían por razones que en ocasiones desafían a la lógica. Lo mismo podría decirse de las operaciones y la asignación de refuerzos. Por ejemplo, históricamente una inyección de tropas alemanas y suministros en el Norte de África y la toma de Malta podrían haber marcado la diferencia después de la caída de Tobruk, pero esos refuerzos, que aparentemente no estaban disponibles cuando podrían haber contribuido a una victoria decisiva, sí se enviaron para defender Túnez cuando África estaba condenada. El cambio en los jugadores responsables de cada área permite que el juego refleje estos continuos cambios de criterio y la descoordinación resultante.
Desde el punto de vista del juego como competición, los jugadores tienen la oportunidad teórica de jugar con todas las Secciones del Alto Mando en la misma partida, lo que aporta variación al juego. Además, los Puntos de Prestigio que pueden obtenerse con cada una de las Secciones del Alto Mando varían según las circunstancias de la partida. Por ejemplo, es más fácil obtener Prestigio como Jefe de producción por la Guerra estratégica al comienzo de la guerra que a partir de la entrada de EEUU, cuando la Guerra estratégica se torna en contra del Eje. Por otra parte, un jugador que ejerciera de Jefe de personal durante toda la partida probablemente acabaría teniendo demasiada ventaja, al tener siempre prioridad en la elección de Generales y el nombramiento de mandos en el mapa. Al rotarse esta función, esa posible ventaja se diluye. Desde el punto de vista del diseño, rotar las Secciones del Alto Mando y primar a los jugadores con menos Puntos de Prestigio a la hora de elegirlas cada año ayuda a evitar el efecto de bola de nieve.
El Jefe del OKW es un caso especial. Aunque antes del invierno de 1941-42 la dirección de la guerra estaba ya firmemente en manos de Hitler, los Generales aún gozaban de cierta libertad de maniobra y Brauchitsch y Halder tenían una autonomía limitada en la dirección del OKH (el mando supremo del Ejército de tierra). Ese control de Hitler sobre la dirección de la guerra es la razón por la que el OKW tiene en sus manos la elección de Directivas políticas y militares y el poder de veto desde el comienzo de la partida. Al mismo tiempo, el hecho de que entre 1939 y 1942 el OKW pueda ser controlado hasta por cuatro jugadores diferentes permite establecer una diferencia entre la situación antes de la crisis del invierno de 1941-42 y después de esta. La orden de no retirada de Hitler en ese invierno supuso un punto de inflexión y a partir de ese momento se quebró la tradicional autonomía de que disfrutaban los oficiales alemanes a la hora de decidir el modo de lograr sus objetivos.
Este cambio en la dirección de la guerra está representado en el juego por la Reestructuración del mando, a partir de la cual el jugador con la carta se Sección del OKW jugará ese papel hasta el final de la guerra y asumirá sus objetivos. Este cambio se ha diseñado como inevitable porque en toda simulación, las decisiones de los jugadores deberían estar limitadas por las circunstancias de los protagonistas históricos. Hitler se fue haciendo con el poder de manera creciente y despiadada ya desde su misma investidura como canciller. De igual modo, su control sobre la dirección de la guerra aumentó a medida que declinaba la suerte de Alemania. Así ocurre también en el juego.
Las cartas de Objetivos otorgan Puntos de Prestigio al final de la partida, sin los cuales es imposible ganar. Hay cinco cartas de Objetivos y el juego competitivo incluye entre dos y cuatro jugadores. Además, la carta de Objetivos del Jefe del OKW es pública, pero las de los otros jugadores son secretas. Por tanto, en una partida se sabrá quién tiene los objetivos del OKW, pero no se sabrá quién es el Opositor. Es más, es posible que en una partida concreta no haya un Opositor. Las cartas de Objetivos incorporan un nivel de incertidumbre añadido, ya que en algunos escenarios estas cartas no se reparten hasta bien entrada la partida. Esto ayuda a distinguir entre el funcionamiento interno de la Alemania triunfante de los primeros años de la guerra, cuando todo el mundo es feliz y rema en la misma dirección, y la situación de la Alemania en declive, cuando comienzan a abrirse las costuras del hasta entonces irrompible tejido del Generalato alemán y cada oficial empieza a buscar su interés propio.
Todos estos elementos van encaminados a la simulación de las complejas mecánicas internas del Tercer Reich, que era el objetivo inicial. Sin embargo, muy pronto me di cuenta de que no tenía sentido estudiar los conflictos dentro del Alto Mando alemán sin ligarlos al desarrollo de la guerra. Y de este modo, el juego se convirtió en lo que es hoy: una simulación de la Segunda Guerra Mundial al nivel estratégico que pone el énfasis en el peso de los conflictos personales, ideológicos y de clase en el seno del generalato alemán. En entregas anteriores hemos visto el modo en que se simula la guerra estratégica, las campañas terrestres, la lucha por la supremacía aérea, la diplomacia, la producción de guerra, la investigación y desarrollo, es decir, todos los elementos que pueden ayudar a entender el desarrollo de la guerra.
En esta última entrega quiero explicitar qué visión de la Segunda Guerra Mundial permea el juego. El otro lado de la colina no ofrece una versión dulcificada de la guerra desde el punto de vista alemán, un mundo de historia alternativa en el que era posible para Alemania tomar decisiones que condujeran a una victoria final. Si los jugadores buscan un juego en el que Alemania pueda ganar la Segunda Guerra Mundial, han venido al lugar equivocado. La filosofía de diseño es que la propia naturaleza ideológica del Tercer Reich, que provocó la guerra, aseguraba indefectiblemente su derrota. No es posible para Alemania cerrar enteramente el frente occidental antes de volcarse hacia Rusia. En el juego sí es posible, aunque improbable, desatar una operación León Marino que permita a Alemania invadir Inglaterra, pero Inglaterra no se rendirá, seguirá luchando desde los dominios y el tiempo y los recursos invertidos en el Reino Unido se echarán de menos en la Unión Soviética, sobre todo si Barbarroja se retrasa a 1942, ya que los rusos combaten mejor cada año que pasa, sean invadidos o no. No existe la opción de no combatir contra Rusia porque no la había históricamente. La necesidad de expansión -Lebensraum- hacia el este era parte integral de la visión nazi del mundo. La guerra contra el Reino Unido fue sólo un inconveniente para Hitler, una mera distracción de su objetivo primordial, que siempre fueron las amplias llanuras del este.
Además, tarde o temprano los aliados occidentales volverán a Inglaterra y al continente, armados con la fuerza industrial y demográfica de Estados Unidos. Porque Estados Unidos entrará en la guerra, ya sea porque Alemania le declare la guerra (como ocurrió históricamente) o porque la intensificación de la batalla del Atlántico y la guerra en el Pacífico la arrastren al conflicto. Pase lo que pase, Alemania luchará en dos frentes y será inevitablemente derrotada. En la campaña completa, tras una primera fase de victorias fáciles que dan una falsa sensación de omnipotencia, llegarán los problemas, la maquinaria de guerra se atascará y se girarán las tornas. Entonces Alemania luchará a la defensiva hasta la derrota final. Los jugadores, que representan a Alemania y su élite dirigente, no pueden aspirar a ganar una guerra que no podía ser ganada. Resistir más tiempo de lo que lo hizo Alemania históricamente es el objetivo de los jugadores en los modos cooperativo y solitario y del Jefe del OKW en el modo competitivo.
La intención final del juego es ofrecer un sistema en que lo jugadores puedan revivir las experiencias de generales alemanes en la Segunda Guerra Mundial: la euforia inicial, las dudas crecientes, la desesperanza y los distintos modos en que estos reaccionaron antes estas vivencias.
Muchas gracias por haberme acompañado a lo largo de estas páginas. La intención de este diario de diseño no fue nunca enseñar a jugar. Para eso ya produciremos material en medios más apropiados. El objetivo de este hilo ha sido arrojar luz acerca de la filosofía del diseño y daros una idea de lo que podéis encontraros cuando abráis la caja del juego. Espero que esto ocurra muy pronto.
Bartov, Omer (1992) Hitler’s Army. Oxford: Oxford University Press.