El Pretendiente Don Carlos cruzó la frontera francesa para unirse a la guerra en julio de 1834 y marchó al exilio en septiembre de 1839. En todo ese tiempo tuvo una corte itinerante para evitar ser capturado por las tropas liberales, lo cual supondría probablemente su fin. He estado investigando un gran número de crónicas y memorias que relatan cómo era su corte y en qué localidades se asentaba.
La etiqueta y protocolo de la corte era una versión reducida de la corte de Madrid.
Estella, Durango, Tolosa y Oñate fueron las cuatro principales sedes de la corte por la importancia y ser las ciudades controladas con más población. Sin embargo en los años que duró la guerra la corte estuvo en 43 localidades diferentes. Quedándose en algunas de uno a varios días y en otras de varias semanas a meses1.
En sus desplazamientos2 rodeando al rey iban los guardias de Corps (Guardia de Honor)3, Guardia de Honor de caballería ( 24) y el escuadrón de oficiales, en la vanguardia generalmente un escuadrón de caballería y un batallón de guías de Navarra o el 5º Batallón de Álava. Abría la marcha también un destacamento de carabineros.
Don Carlos iba a caballo, habitualmente vestido con un frock coat4, levita de estilo inglés y pantalón azul marino, botas y tocado con sombrero de copa. En ocasiones iba vestido con traje militar y con la orden de Carlos III al pecho.
Detrás del rey seguían los miembros de la corte, los ministros, ayudantes de campo y los agentes diplomáticos extranjeros. Una gran cantidad de mulas llevaban los equipajes donde iban sentados los cocineros y criados; otras mulas iban cargadas con los archivos y el tesoro seguidos de más criados a pie. Un escuadrón formado por oficiales supernumerarios de caballería, llamado escuadrón de la Legitimidad, cerraba el cortejo (conformado de 30 a 40 oficiales); a su guarda estaba confiado el estandarte de Nuestra Señora de los Dolores, generalísima de Carlos V.
Cuando el Rey llegaba a un nuevo pueblo repicaban las campanas de las iglesias, la gente salía a recibirle a su entrada con gritos de viva el Rey, Viva Carlos V , músicos con tambores y flautas amenizaban y en ocasiones bailes regionales.
Allí donde se alojaba la corte se le daba el nombre de Cuartel Real, el cual no distaba a mucha distancia del Cuartel General del ejército carlista. Solían estar a una distancia de 12 a 70 km. Por tanto de medio día a dos días de trayecto.
Para la estancia de Don Carlos se solía tomar la edificación más lujosa, palacio5 o mansión señorial si la hubiera, y si no la casa parroquial, o la de un rico hacendado. Aunque en más de una ocasión, y por la pobreza de la aldea, se alojó en la humilde cabaña de algún pastor o agricultor. En cualquier caso y según la costumbre toda casa habitada por el rey llevaba el pomposo título de Palacio Real6.
Grabado del cuartel real en Durango.
La entrada del Palacio Real es custodiada día y noche por dos alabarderos o guardias de Corps. Una docena de esta guardia estaban alrededor del corredor o antecámaras. Algunas habitaciones se destinaban a las oficinas de los ministerios. En dicho gabinete estaban los ministros de Gracia y Justicia, el ministro de Estado, el ministro de Hacienda y el ministro de la Guerra. Cada uno de ellos tenía un buen número de empleados agregados a su despacho. El presidente del Consejo era el obispo de León, persona muy influyente en la corte junto al Párroco Juan Echeverría (confesor y consejero).
Por las mañanas después de levantarse el rey tenía la costumbre de tomar una taza de chocolate y un vaso de agua. Tras lo cual asistía a la misa diaria en compañía de su mayordomo, su secretario y alguien del séquito. Después de escuchar misa trabajaba en su despacho hasta la hora de comer.
Don Carlos haciendo la toilette y recortándose el bigote.
Don Carlos almorzaba siempre a la una. Comía solo en la mesa pero un grupo de trompetas de la guardia tocaban durante el almuerzo.
El gentilhombre de servicio tocaba a la puerta de la cámara y anunciaba: «Señor , la comida». El rey se dirigía entonces al comedor acompañado de su capellán encargado de decir el benedicite (bendecir los alimentos).
Los criados subalternos traían los platos hasta la puerta, donde los gentilhombres de cámara los tomaban y a su vez los entregaban en el comedor a los gentilhombres de boca, que eran los únicos con el privilegio de servir a la persona real. Los que tenían el rango de chambelán de entrada disfrutaban de la prerrogativa de ver comer al rey. Su almuerzo estaba compuesto de dos platos, postre y un bol de leche.
Cuando S.A.R el infante Don Sebastián estaba en palacio este era servido por su ayuda de cámara un capitán de caballería.
Después del almuerzo Don Carlos hacía una siesta y en los días en los que hacía buen tiempo, salía a pasear con sus ayudas de campo. Montaba un magnífico caballo blanco llamado «emperador». Al regreso trabajaba hasta las ocho de la noche. Recibía audiencias y admitía nuevos voluntarios extranjeros que tuvieran experiencia previa como oficiales ( generalmente aristócratas). Don Carlos celebraba audiencias en una de las habitaciones destinada para tal uso. En la puerta franqueaban el paso dos guardias de Corps y varios gentilhombres en el corredor los cuales iban rotando en servicio.
Sobre las ocho se retiraba a su habitación y se ponía a rezar delante las imágenes de la Virgen, de San Ignacio de Loyola y de San Luis de Gonzaga, las cuales siempre llevaba consigo y colgaba de las paredes. Se dice que además llevaba reliquias y huesos de santas en cuyo poder y divina protección creía7.
Solía cenar entre las nueve y las diez de la noche esta vez acompañado de alguien allegado de la corte. Excepto en los días de ayuno cuya abstinencia era rigurosa. De tal modo que la religión católica y sus ritos ocupaban un lugar de importancia en la vida cotidiana y la personalidad de Don Carlos.
Reseñar también que tenía prohibida la entrada de cualquier mujer a la habitación cuando estaba solo.
Cuando asistía a una de las iglesias de los pueblos donde se alojaba, se cantaba el Te Deum y el párroco solía dar el sermón en castellano y en vasco. Don Carlos se colocaba bajo un dosel o palio , el cual sujetaban cuatro ayudantes8.
En fechas señaladas como el cumpleaños o la onomástica de Don Carlos o del Infante Don Sebastián se celebraba el llamado besamanos. En esta ceremonia la persona que celebra el besamanos se pone de pie en medio del salón y los cortesanos y personalidades relevantes invitadas pasan uno a uno ante él, haciendo una reverencia y besándole la mano. Todo el mundo viste sus mejores galas y tras el ritual le sigue una gran comida.
La corte carlista tenía diplomáticos en las cortes europeas afines a su causa: Austria, Prusia, Holanda, Nápoles, Cerdeña-Piamonte y Rusia. Para mantener contacto periódico con ellas así como con todo el territorio con tropas carlistas había un servicio de correos formado por al menos 6 mensajeros a caballo listos a partir en cualquier momento del día o la noche. Partían del lugar donde estuviera la corte y la ruta habitual pasaba por Tolosa hasta Irún, desde allí a pie hacia Bera o Zugarramurdi donde cruzaban la frontera a Francia9.
El cuartel real10 no fue siempre un remanso de paz y armonía. En este relato no se mencionan las intrigas y corrientes enfrentadas que hubo continuamente en la corte entre los militares y los «ojalateros» del sequito real, lo cual fue una de las causas de la derrota carlista; pero eso ya sería material para otra entrega.
Los que tengan curiosidad por la composición detallada del estado mayor y casa real carlista con nombres y sus cargos respectivos pueden ver este trabajo de Juan Pardo San Gil de la página 6 a la 20 :
https://www.zumalakarregimuseoa.eus/eu/files/juan-pardo-san-gil.-ejercito-carlista-en-1839
1. Destacan principalmente por duración las estancias en (de mayor a menor) : Estella, Durango, Tolosa, Azcoitia, Oñate, Elorrio, Ordizia, Azpeitia, Amurrio, Llodio, Vergara , Lecumberri.
2. Los desplazamientos del rey y su corte se debían a estos motivos. 1) Escapar de columnas isabelinas cercanas. 2) Visitar pueblos constantemente para que su presencia reforzara el ánimo y apoyo a la causa carlista. 3) Para estar cerca de asedios o batallas importantes. 4) Visitar a localidades, monasterios o santuarios por motivos religiosos. No se han incluido los desplazamientos de Don Carlos con la expedición Real de 1837 fuera de las Vascongadas y Navarra.
3. La Guardia de Honor o de Corps carlista estaba compuesto por 100 jóvenes hijos de oficiales. Entraban al servicio como cadetes y su única función era custodiar la figura del rey. Además había 24 guardias de caballería. Pasado algún tiempo se incorporaban al ejército con el grado de subtenientes. Un coronel y varios oficiales estaban al mando del cuerpo. Estaban armados con carabinas inglesas con bayonetas. Uniforme: Levita azul con botones blancos, canana negra, pantalón gris, mochila negra, zapato o botín, boina azul con borla blanca.
4. El Irlandés Mac Intosh inventó un tipo de levitas que se pusieron de moda en Inglaterra hacia 1816. A principios del siglo XIX, los hombres de moda lucían cinturas bajas y ceñidas, pechos abombados y faldas acampanadas. Este look, inspirado en el príncipe Alberto, acentuaba la silueta ideal de un reloj de arena. En la década de 1830, era el abrigo más popular para llevar de día. La altura de la cintura y la longitud de las faldas de los abrigos cambiaban según la moda, aunque la longitud hasta la rodilla se consideraba generalmente la más conservadora. Los accesorios apropiados para llevar con un levita incluían un sombrero de copa, guantes formales de ante gris claro, gamuza o piel y un bastón.
5. Existía este antiguo privilegio : cuando un rey pernoctaba en la casa de un particular, se colocaba una cadena de hierro encima de la puerta después de su marcha. Ni alguaciles, ni guardias, ni verdugos, podían pasar bajo sus umbrales sin una orden superior.
6. Se alojó al menos en cuatro palacios situados en Oñate (Palacio de Lazarraga) , Durango (Palacio Orue), Estella ( ? ) y Azcoitia ( palacio del duque de Granada de Ega -Torre de Idiakez-en este palacio se casó Don Carlos con la princesa de Beira su cuñada en 1838).
Oratorio ambulante de don Carlos
7. Para que Don Carlos pudiera rezar uno de sus gentilhombres llevaba en las marchas gran número de imágenes, crucifijos y reliquias que amén de un sin número de breviarios colocaba en una mesa hecha a propósito en el momento de su llegada a las casas donde se alojaba
8. El palio o baldaquino es un paño o dosel rectangular sostenido por varas, que suele estar ricamente bordado en su parte superior así como en sus caídas. Bajo el en actividades religiosas se coloca el Papa, reyes o altos cargos eclesiásticos.
9. Cada 14 kilómetros había un caballo fresco para postas. En Irún el correo se entregaba a un hombre que cruzaba a pie los montes hasta llegar a Bera o Zugarramurdi, y desde allí cruzar la frontera con destino a Bayona. En Bayona se encontraba el jefe de correos carlista, Monsieur Laherorgan que controlaba la red de comunicaciones y distribuía la cartas según destino. La rapidez de la correspondencia era extraordinaria.
10. A la cabeza del personal de la casa real estaba un mayordomo y un caballerizo mayor, auxiliados por el aposentador regio, mayordomos de semana, gentilhombres y ujieres de cámara, bajo los cuales se encontraban los médicos de cámara, los médicos honorarios, el cirujano de familia, el boticario con su ayudante de farmacia, los monteros de Espinosa y los servicios eclesiásticos a cargo de capellanes regios, capellanes de honor y de altar.
Casa Consistorial y Palacio Lazarraga en Oñate
FUENTES:
Bullón de Mendoza, Alfonso: La Primera Guerra Carlista.
Honan, Michael Burke: The court and camp of Don Carlos.
Metternich, Principe de: Memorias.
Moral Roncal, Antonio: Carlos V de Borbón.
Pardo San Gil, Juan: Organización militar-Ejército Carlista.
Le Phare de Bayonne, colección de periódicos de 1834 a 1839.
La Sentinelle des Pyrénees, 1838.
Von Lichnowsky, Principe Felix. Recuerdos de la Guerra Carlista (1837-1839)
VV.AA.: Álbum de las Tropas Carlistas del Norte.