Héroes de Baler – Historia – Parte 2: Junio y julio de 1898

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El Asedio de Baler 1898
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Junio de 1898:
Mientras tanto, en Baler, los rumores sobre el regreso del Katipunan se acrecentaban, así como el conflicto con los Estados Unidos que tenía lugar en la bahía de Manila.

Insurrectos filipinos

Durante los últimos días del mes se produjeron varias deserciones. Entre ellas, las de los soldados Félix García Torres y Felipe Herrero, seguidos por los dos ayudantes sanitarios del teniente médico Vigil de Quiñones, el cabo Alfonso Sus Fojas y el soldado Tomás Paladio, éstos últimos de origen nativo. Felipe Herrero, soldado veterano y asistente del teniente Martín Cerezo, fue nombrado capitán por el líder katipunero Teodorico Novicio pocos días después.

La población de Baler había desaparecido de la noche a la mañana a finales de mes. El 30 de junio, mientras el teniente Martin realizaba una descubierta junto a catorce hombres se produjo una emboscada filipina cerca del puente de España. No tardaron en refugiarse tras los muros de la Iglesia.
En este momento cincuenta y cuatro españoles comenzaron un largo asedio donde permanecerían defendiendo la última plaza en Ultramar durante 337 días.

Julio de 1898:
El primer intento de parlamento por parte de los filipinos fue el día 1 por la mañana. Dejaron una carta frente a la iglesia donde pedían a los sitiados que se rindiesen pues prácticamente todas las plazas españolas en la isla lo habían hecho ya. Los españoles no prestaron atención y siguieron con sus preparativos frente al asedio.

Al siguiente día por la mañana los defensores encontraban una segunda carta frente a la iglesia. Los lideres filipinos a cargo del sitio, Teodorico Novicio y Cirilo Gómez, se quejaban por la no respuesta española ante la carta del día anterior. Además, insistían en que las fuerzas del Katipunan ya controlaban toda la isla de Luzón. Esta vez, el capitán De las Morenas les responde instándoles a deponer las armas.

Los filipinos comenzaron a enviar desertores españoles a recoger y entregar cartas como medida de presión psicológica, pero, tras recibir al segundo desertor, los españoles les indicaron que la próxima vez que mandaran un traidor como emisario sería recibido a tiros.

A medida que pasaban los días, la iglesia se transformaba en fortaleza, mientras los filipinos aprovechaban las noches para ampliar el cerco con sus trincheras.

El día 8, Cirilo Gómez retomaba las comunicaciones mandando una carta donde solicitaba el cese de las hostilidades a los españoles. Además, ofrecía una tregua para que pudiesen salir por alimentos. Con la carta mandaban un cigarrillo para cada soldado y una cajetilla de tabaco para los oficiales. El capitán De las Morenas contestó que no hacía falta que nadie saliera a por alimento y, en agradecimiento por el obsequio, les hizo entrega de una botella de Jerez y un puñado de puros. El día 18 recibían una carta de Fr. Leoncio Gómez Platero, compañero del párroco de Baler Fr. Cándido Gómez Carreño donde aconsejaba a los españoles que se rindiesen y entregaran sus armas tras la reciente derrota española en la bahía de Santiago de Cuba, aunque sin conseguir respuesta alguna.


El día 19 recibieron otra carta de Calixto Villacorta donde les comunicaba que habían recibido refuerzos y que estaban a tiempo de entregar sus armas de manera pacífica, de lo contrario se harían con la plaza a la fuerza. El capitán contestó a la mañana siguiente «[…]tenga usted entendido que, si se apodera de la iglesia, será cuando no encuentre en ella más que cadáveres, siendo preferible la muerte a la deshonra»

Villacorta llegó a enviar, sin éxito alguno, otros dos españoles para entablar conversación con los sitiados con el fin de convencerlos. Fue el día 31 cuando enviaba un ultimátum amenazando con abrir fuego de cañón si no deponían las armas. Ese mismo día fallecía por heridas de combate el soldado español Julián Galbete Iturmendi.

Esta entrada tiene un comentario

  1. Christian

    Gracias por la entrada histórica, Jose. No imagino la angustia que tuvieron que pasar, estando rodeados, sin comunicaciones con el exterior, haciendo acopio de víveres y municiones, fortificando la iglesia y preparándose para lo peor…

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