9. LOS EQUITES MAURI AL MANDO DE LUCIO QUIETO.

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Fichas representativas de los Equites Mauri, jinetes mauritanos, al mando de Lucio Quieto.
Jinetes numidas o mauritanos en la Columna Trajana

Lucio Quieto, era un príncipe númida, su padre había apoyado a las legiones en su intento de someter a la Mauretania Tingitana (Marruecos septentrional) durante la revuelta de Edemón en 46, obteniendo por ello la ciudadanía romana.

Lucio sirvió como un oficial auxiliar en la caballería romana, reclutando tropas de tribus libres de Mauretania Tangina. El emperador Domiciano le recompensó con el rango ecuestre, pero más tarde lo despidió por insubordinación.

En la novela de Trajano de Hispania a Roma de Cristina Teruel se recoge la siguiente escena:

El prefecto de una ala miliaria de númidas, Lusio Quieto, había azotado despiadadamente a dos de sus siervos hasta causarles la muerte, porque no había cuidado de forma adecuada a uno de sus caballos favoritos, que había enfermado. La conducta despótica del militar había cobrado importancia ahora, con esta acción, que constituía una transgresión de las normas sobre el trato dado a los siervos aprobadas por el divino César Claudio y ratificadas, debido a su popularidad, por el mismo Domiciano.

Lucio Quieto había estado al frente de la caballería que había acabado con la tribu de los nasamones en nombre del César. Le había condecorado por esta causa. Y debido a la proeza de sus jinetes le había llamado a Roma. Domiciano no acogía de grado ese juicio. ¿Qué eran dos esclavos mauros comparados con las proezas militares de su caudillo? Sin embargo, su actitud había causado mal efecto entre los senequistas del Senado; la presión popular le había compelido a que se justificara.

Así, Domiciano había evitado un consejo militar a Lusio Quieto, pero le había procesado penalmente, convencido de que podría absolverlo de los cargos…

… pero su presencia destilaba la arrogancia bárbara de un jefe tribal. El aire de ofensa que desplegó cuando fue preguntado por el propio Cesar, exento de compasión hacia sus victimas, le condujo directamente a su condena.

Ya bajo Trajano Lusio fue llamado de nuevo y sirvió como comandante de caballería durante las duras guerras dacias; sus jinetes bereberes de cabeza descubierta pueden verse en la Columna Trajana en Roma.

En la batalla de Tapas o de Tapae, los jinetes pesados sármatas tuvieron que enfrentarse a jinetes ligeros como los mauros o mauris que les acosaban sin cesar y que cuando eran atacados huían, al resguardo de la infantería volviendo a acosarles. Mientras las legiones permanecían en el llano, sin intervenir.

En la batalla de Adamclisi, los jinetes ligeros entre los que se encontraban los mauros acosaron a la caballería Dacia que estaba compuesta de dacios y sármatas roloxanos, que tuvieron que refugiarse en un laager o fortaleza de carros; las legiones asaltaron el laager y masacraron a los dacios y aliados.

Durante la campaña pártica de Trajano en 115-116 d. C. Quieto saqueó Nisibis y Edessa, y sofocó la rebelión de Babilonia, por lo que fue recompensado por Trajano con el cargo de gobernador de Judea.

Busto de un niño negro romano, se especula que pudiese ser Lucio Quieto
Jinete mauri de la escolta personal de Trajano

En el 118 murió Trajano y las órdenes recibidas de Roma causaron la destitución de Quieto y su llamamiento a Italia.

Según Heinrich Graetz, solamente la rápida acción de Adriano, apoyado por la viuda de Trajano, impidió a Lucio ser aclamado como emperador a la muerte de Trajano. Adriano hizo relevar a Lucio y disolvió sus fuerzas, la infantería fue discretamente desarmada, pero la caballería númida con orgullo rechazó rendir sus armas y abandonar a su heroico comandante. En una especie de «Noche de los cuchillos largos» (era 118), fueron asesinados cuatro cónsules: Avidio Nigrino, Cornelio Palma, Publio Celso y Lucio que fue asesinado posiblemente en su camino a Mauretania, ya que sabía que si se dirigía a Roma sería asesinado.

En la novela La legión perdida de Santiago Posteguillo se narra la muerte de Lucio quieto:

«... Atiano comprobaba que la lucha había sido brutal, inmisericorde y sin pausa durante más de una hora. Solo un hombre permanecía de pie en medio de los cadáveres flotantes: Lucio Quieto, con varias flechas en el hombro, los brazos y las pierna, seguía blandiendo su espada contra más de un centenar de soldados de las legiones enviadas desde Egipto para detenerlo. Se había llevado por delante con su caballería a más de mil legionarios y a otros cien o doscientos jinetes de las turmae.

Para Atiano aquél era un precio muy caro para detener a un solo hombre, pero la absoluta lealtad de su caballería había hecho imposible evitar aquella carnicería… echar tierra sobre lo acontecido en aquella playa era asunto del César Adriano, no suyo. «

Tras el asesinato de Quieto, estalló una insurrección casi inmediatamente en Mauretania, donde era muy popular, Adriano tuvo que enviar a uno de sus mejores generales, Quinto Marcio Turbo, gobernador de Cirenaica para derrotar a los rebeldes.

Fuentes:

La última Legión, novela de Santiago Posteguillo.

Trajano de Hispania a Roma, novela de Cristina Teruel.

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