En la entrega anterior habíamos dejado a Don Carlos y al barón de los Valles (Louis Xavier Auguet de Saint-Sylvain)1 llegando a las costas francesas. Aquí continua el relato del viaje:
El barco que les transportaba desde Brighton atracó a las ocho de la noche el puerto de Dieppe. Lo más probable es que tuvieran que esperar a que un práctico ( piloto del puerto) subiera a bordo para atravesar el estrecho canal y llegar a la zona de atraque ya que esta operación era muy complicada para navegantes que no conocieran bien la rada por el peligro de colisionar el barco.
grabados contemporáneos ( 1834) del puerto de Dieppe2 y piloto de maniobras3
Una vez en tierra entraron en la oficina de aduanas para recoger pasaportes y registrar equipajes. A pesar de los esfuerzos del barón, los aduaneros no entregaron inmediatamente los pasaportes y equipajes a los viajeros. Por ello, se vieron obligados a hacer noche en Dieppe no pudiendo partir de inmediato, tal y como estaba previsto. Se alojaron en el Hotel-Royal .
A la mañana siguiente, les mandaron aviso para que fuesen a la oficina de policía a recoger sus pases (el barón expresó su malestar, pues en el paso de Calais el trámite se hacía de inmediato tan sólo abonando 2 francos). Don Carlos le comentó a solas que era mejor no discutir para no llamar la atención y ser descubiertos. El barón en cambio le aseguró que serían menos sospechosos si discutían y se hacían notar.
Al regresar al Hotel-Royal, el barón pidió al administrador del establecimiento que le mandase pedir un carruaje. A las ocho y media de la mañana partieron de Dieppe y después de recorrer varios kilómetros Don Carlos preguntó al barón si conocía la situación del Castillo de Arqués (donde el rey francés Enrique IV de Borbón batió al Duque de Mayenne en la batalla de Ivry, Normandia: Don Carlos dijo al barón que el haría como su «abuelo» en la batalla de Ivry, “porque voy a conquistar mi Reino”.
Continuaron viaje pasando por Montigny (a 14 kms de Dieppe ). Mientras atravesaban el País de Caux, Don Carlos destacaba la alegría de Francia y sus gentes en contraposición a su experiencia en Inglaterra. Francia le recordaba a su país. También resaltaba el cielo francés más cálido y risueño que el inglés , habitualmente gris y nebuloso.
Tras 17 horas de trayecto, los viajeros habían completado el viaje Dieppe – París, ciudad a la que llegaron a las tres de la mañana del 4 de julio, apeándose en el hotel Meurice4. Después de haber descansado esa noche allí al día siguiente se mudaron a, ironías de la vida, la calle de Borbón nº 43, donde se hallaba la residencia del conde de Suau de Lacroix. El conde se hallaba en América, y fue su hijo, al cual el barón conoció en Londres y era fiel a la causa del pretendiente, quien envío una nota al portero de la casa en la que decía que dos amigos suyos (americanos) se alojarían allí a su paso por París.
El barón ya había hecho gestiones para que un antiguo ayuda de cámara del Duque de Burdeos, (Enrique de Artois, aristócrata francés legitimista) sirviera como criado al pretendiente.
Ese día recibieron una carta de Inglaterra donde sus contactos informaban que la treta y engaño de la supuesta enfermedad de Don Carlos había sido un éxito y nadie sospechaba que hubiera salido de la mansión de Londres.
Más tranquilos con esta noticia, Don Carlos y el barón, fueron a visitar al Sr Amadeo Jauge, banquero judio de Burdeos, con el cual acordaron un importante empréstito para la causa y tomaron unas bebidas en su casa. El barón solicitó una silla de posta5 para dar un paseo por la ciudad, así que subieron a las ocho de la tarde , hora en la que en verano Paris ofrece un aspecto brillante. Un gran número de vistosos y elegantes carruajes llenaban las avenidas de la gran plaza de Luis XV y los Campos Elíseos, el lugar más concurrido de la ciudad. Entre los carros y los paseantes había mucho ambiente; todo lucía como un ambiente festivo. En un momento del paseo el barón le señaló al Pretendiente para que mirara hacia un punto y le dijo en esa plaza fue donde hace cuarenta años rodó la cabeza del destronado Luis XVI6.
Y fue en ese justo momento que su silla de posta frena bruscamente para dar paso a un elegante carruaje. Ambos pasajeros se asomaron para ver a quien había cedido paso el postillón. Cual fue la sorpresa del barón al ver qué pasaba el Rey Luis Felipe I con su familia en dicho carruaje. Así se lo comentó a Don Carlos y este saludo a la familia real, la cual por mera cortesía respondió al saludo. Esto hizo reír a Don Carlos y le dijo al barón: «Mi primo el de Orleans está muy lejos de sospechar que atravieso sus estados sin su permiso, para ir a desgarrar con la punta de mi espada su Tratado de la Cuádruple Alianza.
Continuaron viaje hasta llegar a la localidad de Longjumeau a unos 20 kms. de París. Allí cenaron con mucho apetito en un bodegón. Continuaron viaje durante la noche, pasando por Orleans y llegando a la mañana siguiente a Mer sur Loire, haciendo alto para desayunar en la que se conocía como la mejor posada del país, donde probaron su plato estrella «gobios fritos» y de postre Don Carlos probó fresas con leche.
Prosiguieron viaje y llegaron a Tours, donde el Pretendiente lamentó mucho no poder visitar a su amigo y fiel súbdito Fco. Javier de Idiáquez y Carvajal, Duque de Granada de Ega. El duque vivía exiliado en Tours desde la toma de la ciudad de Vitoria por el general liberal Sarsfield. No lo hizo por seguir viajando de incógnito sabiendo que el duque estaba vigilado por la policía.
También lamentó no poder visitar a otro de sus seguidores en Tours, Carlos José Enrique d’Espagne7, conocido por el Conde de España, ya que también estaba sujeto a una estrecha vigilancia. El viaje continuó atravesando Poitiers y parada en Barbezieux para almorzar. El postillón quiso dirigirles al hotel de la Poste pero tenía tan mala fachada que los viajeros prefirieron ir a comer a una posada llamada «el escudo de Francia». La posadera se desvivió por atender a sus clientes y les dijo en confidencia que los postillones recibían una cuantiosa gratificación por conducir los viajeros al hotel de la posta.
Algo que llamó la atención a ambos viajeros durante gran parte del camino fue la vista de las torres de telégrafos. Este sistema de transmisión ya había sido inventado hacía unos 40 años en Francia por Claude Chappe8. El barón se inquietaba al ver mover las aspas del aparato telegráfico y no podía evitar pensar que hablaban de ellos y de su partida de Inglaterra. Don Carlos sin embargo en tono de sorna decía que seguramente hablaban de su enfermedad y su reclusión en la mansión Gloucester Lodge. De cuya conjetura parte de razón tenía, ya que el taimado Talleyrand picó el anzuelo y envío mensajes telegráficos a Paris hablando de la supuesta enfermedad del Pretendiente.
El viaje continuó feliz hasta llegar a Cubzac, donde cayó el caballo que montaba el joven postillón. No se movía y casi le dieron por muerto, cuando casualmente se acercaron dos gendarmes que pasaban por el lugar y echaron una mano para levantarlo. En ese transcurso de tiempo les hicieron muchas preguntas pero en ningún momento sospecharon nada. Así que una vez en pie pudieron continuar el viaje.
Viajaban a una gran velocidad durante todo el trayecto ya que el barón se había encargado de reservar caballos en todas las postas del recorrido previsto. Al último postillón se le dio una generosa propina y este le dijo a Don Carlos, «confiese usted, señor, que le he conducido como si fuera un rey». A lo que el barón respondió:»tal vez, no le hubieras conducido tan deprisa si lo hubiera sido efectivamente». Tal ingeniosa respuesta hizo sonreír al Pretendiente.
Llegaron a la ciudad de Burdeos el domingo 7 de julio a las diez de la noche. Allí se alojaron en el Hotel Nantes. Esa hora era muy intempestiva dado que la ciudad estaba vigilada especialmente por policías para perseguir a emigrados carlistas que cruzaban la frontera.
Al día siguiente el barón de los Valles se dirigió a la residencia del barón Alberto Pichon de Longueville9 para proponerle que recibiese a Don Carlos en su «chateau» y que les acompañase posteriormente a la mansión de su cuñado el marqués de Lalande9 ( a unos 5 km de Burdeos). Este aceptó gustoso a tal proposición pues era un fiel adicto a la causa de los Borbones.
Mientras el barón de los Valles tomaba muchas precauciones para llevar las maletas sin despertar sospechas del hotel a la casa del barón de Longueville, Don Carlos aprovechó para oír misa en la iglesia de Santo Domingo ( ahora de Notre-Dame) en la Plaza de Chapelet, pues no había podido oírla desde su salida de Londres y ello le apesadumbraba mucho. Cuando el barón dejó el hotel le dijo a su dueña que iban en dirección a la localidad de Bagneres, por si había espías siguiéndoles y dar así pistas falsas. Casualmente la dueña dijo que su madre tenía un hotel allí, así que le dio una carta de recomendación para alojarse. Seguidamente y tras reunirse con Don Carlos, fueron hacia la casa del barón y de camino el pretendiente pidió parar para comprar un sombrero y un par de guantes. En casa del barón se retiraron a sus habitaciones a descansar. Poco tiempo después el barón de Longueville le acompañó a una casa de baños y a las cuatro regresaron para comer.
Una hora después agradeciendo a los nobles las atenciones recibidas se pusieron en camino dirección hacia Bayona10, atravesando Pauillac y Ondres. En Ondres ( 9 km. al norte de Bayona) hicieron alto en una casa del marqués de Lalande para descansar y comer.
El marqués de Lalande partió solo a Bayona para reunirse con un contacto afín a la causa, Teodoro Detroyat. Regresa con él a Ondres para organizar el mejor plan para introducir a Don Carlos en España, lo cual era complicado por la vigilancia a la que estaba sometida la frontera en tiempos de guerra.
Se planteó la necesidad de encontrar unos guías de confianza para cruzar la frontera. Detroyat respondió que necesitaría un par de días pero el barón urgió que no podían esperar tanto pues temía que los telégrafos hicieran llegar la noticia de la fuga de Inglaterra y la vigilancia se incrementara.
En vista de la premura, Detroyat se dirige rápidamente a Bayona y contacta con Joaquín da Cruz, para así organizar la partida urgentemente. Da Cruz ejerció de cónsul de Portugal en dicha ciudad para el gobierno portugues de Miguel I, y ahora actuaba como agente de Don Carlos. Residía en el hotel más conocido y reputado de Bayona, el Saint-Étienne. Da Cruz a su vez contacta con François Rivet ,ex-cónsul de Portugal en Nantes y antiguo guardia de Corps de Carlos X de Francia y también con un famoso guía local llamado Hautziart que hablaba euskera11.
Una vez formado el grupo que debía acompañar a Don Carlos hasta la frontera, Detroyat se dirige a las diez de la noche a la Puerta de España en Bayona. A esa hora dicha puerta se cierra pero sobornó al vigilante del puesto de guardia para que dejara cruzar a un mensajero, cuya importante misión consistía en llevar una carta al General Zumalacárregui12. Tras ello se desplaza a la mansión del Marqués de Lalande para informar a Don Carlos que la expedición está preparada y que a las diez de la mañana tenía que ir al punto de encuentro convenido, un lugar junto al bosque de Marracq a 3 km. al sur de Bayona.
Así pues el 9 de julio, a las nueva y media, Don Carlos abandona Ondres en carroza con Auguet de Saint-Silvain, el Marqués de Lalande, con la señora y señorita de Lalande. Atraviesan Bayona por sus barrios más frecuentados sin dificultad y llegan al lugar concertado de reunión.
Don Carlos y el barón bajan de la carroza y montan a caballo y siguen la marcha con los guías (Da Cruz, Rivet y Hautziart) hacia la localidad de Sara. Con tal fortuna que a menos de media hora de cabalgada se encuentran con el comandante de la Gendarmería quien casualmente es amigo de Da Cruz y se une a la comitiva, ya que también iba camino de Sara para vender su caballo. Este hecho inquietó a varios de los viajeros pero resultó que el comandante iba conversando de forma muy cortés con Don Carlos y nada sospechó de su identidad. Este se hizo pasar por un embajador ruso y hablaban en francés.
A las dos de la tarde llegaba la comitiva a Sara, siendo Don Carlos conducido a la casa del adjunto del alcalde del pueblo, Michel Dihursubehere, quien era carlista y prestaba grandes servicios a la causa del pretendiente, alojando en su casa a refugiados. La cuñada de Michel les preparó el almuerzo y al acabar este brindaron todos en honor del Rey y de su venida a España.
A las tres y media montan sus caballos y se ponen en camino hacia la frontera, acompañados por tres guías más cedidos por Michel, dado que en el tramo final solía haber patrullando soldados y aduaneros.
El día 9 de Julio a las cuatro de la tarde pisa Don Carlos tierra española al cruzar el mojón fronterizo que separa los dos países. En ese preciso momento, un águila, salida de una de las rocas que les rodeaban, se elevó por encima de sus cabezas y dirigió su vuelo hacia Navarra. «Esto es un buen augurio», dijo el barón a Don Carlos.
Quién lo primero que hace es sacar dos cartas que tenía preparadas para dar aviso de su llegada, una para su esposa (que para él era la reina) y otra para un contacto en París. Se las entrega al Sr. Detroyat quien parte veloz hacía Bayona para expedirlas a sus destinos.
Tras atravesar el caserío de Landibar el primer pueblo español al que llegan es Urdax, donde ven a una compañía de soldados realistas (carlistas). Algunos de ellos jugando a la pelota en medio de la plaza. Al pasar Don Carlos pide al barón de los Valles que les de algunos duros para que se echen unos tragos. Así lo hace y estos responden alegres con Vivas al Rey, sin tener ni idea que a quien aclaman pasa justo delante de ellos.
Al rato se acercó a ellos un hombre montando en mula para preguntar quiénes eran y adonde se dirigian. Se presentó como Benito Días del Rio y afirmaba tener el cargo de Comisario de Juntas. La misión de los comisarios era controlar la correspondencia, armas y municiones solicitadas por el bando carlista.
El barón de los Valles fue quien respondió diciéndole que Don Carlos era un embajador ruso que no habla español. Este le pidió al barón que hacía de interprete que deseaba visitar el monasterio premonstratense de Urdax , a lo que accedió el comisario y les acompañó gustoso.
Tras la visita le rogaron les acompañase al pueblo más cercano , Maya pues había caído la noche y no conocían el camino. A esto también accedió el bueno de Benito y una vez que llegaron a dicha localidad buscaron la mejor casa del pueblo para alojar al señor «embajador». A las diez de la noche se reunieron todos para cenar, Don Carlos, el barón, el Sr. Rivet , el Sr. Da Cruz y el comisario. Es allí cuando Don Carlos empezó a hablar en español ante el asombro del comisario.
Le preguntó sobre la situación de la guerra, tropas , lugares de aprovisionamiento, etc. y después de la charla se retiró a su cuarto a dormir. Tras ello el comisario intentó sonsacar a los acompañantes más sobre la verdadera identidad del embajador pero no logró nada de ellos.
Al día siguiente se levantaron a las siete de la mañana y se dirigieron todos a la iglesia del pueblo a rezar. Seguidamente regresaron a sus respectivos aposentos y a las ocho de la mañana el embajador tomó un chocolate; se ofreció a pagar los gastos pero le indicaron que estaban invitados. Se prepararon para montar a caballo y continuar viaje hacia Elizondo y en el momento de la despedida el comisario le preguntó a Don Carlos con qué titulo le debería nombrar: ¿Excelencia, Alteza, Majestad? A lo cual Don Carlos sonreía contestándole : «podría ser».
Una hora más tarde hicieron entrada en la aldea de Arizcun, donde una familia del pueblo les invitó a pasar y a tomar el desayuno. Allí se hablaba de donde estaría el Rey y si ya habría llegado a España. El barón respondió que se le esperaba en Navarra en menos de 15 días. Terminaron todos levantando sus vasos y brindando por el monarca. Todo esto divirtió mucho a Don Carlos.
Tras acabar la comida se despidieron de la familia, montaron a caballo y se pusieron en camino de Elizondo, guardando siempre el anonimato del Pretendiente. El barón de los Valles se adelantó para prevenir al Conde de Villemur la llegada de don Carlos al cual ya esperaban ( además del conde había varios oficiales y miembros de las Juntas de Vizcaya, Navarra, Álava y Guipúzcoa).
Al llegar a Elizondo Don Carlos se retiró a descansar durante la tarde al palacio de Arizkunenea el cual le asignaron como alojamiento y por la noche durante la cena habló con todos y empezó a dictar órdenes.
Se ordenó a dos batallones cercanos que acudieran al pueblo ya que la guarnición era pequeña y para evitar un ataque sorpresa. Estos se presentaron al día siguiente con el general Gómez y la noche del día 12 llegó el general Zumalacárregui. El «Tio Tomás» al ver a Don Carlos de cerca se arrojó a sus pies sin poder articular palabra y el Pretendiente le pidió que se levantara. El general le besó la mano y le dijo que estaba emocionado por su presencia en el país que sería un acicate mayúsculo para la moral de las tropas.
Así pues este ha sido el relato del épico viaje de Don Carlos desde Portugal hasta España, para estar al frente del bando leal que luchará por su causa casi seis años más.
En el juego El Rey en el Norte ambos personajes están debidamente representados, cada uno con su bloque , de forma que los jugadores simularán su presencia en el Norte de España durante sus partidas. El jugador carlista con mucho cuidado de donde colocar el bloque de su rey Carlos V y el jugador isabelino con ganas de atraparlo para acabar la guerra cuanto antes.
1. En la entrega numero 2 ya se aclaró el papel decisivo del súbdito francés Louis Xavier Auguet de Saint-Sylvain en favor de la causa legitimista y su importante papel en su ayuda y desarrollo, no sólo en la fuga de Don Carlos sino su intermediación para conseguir avales, préstamos y apoyos internacionales. Don Carlos le concedió el título de barón de los Valles a su partida de Inglaterra. Así pues en este relato le nombramos como el barón.
2. En Francia, fue en Normandía donde comenzaron los primeros baños de mar hace casi 200 años. Ya en 1824, Dieppe, primera estación balnearia del país, atraía cada verano a la aristocracia parisina. Ese año se inauguró el primer «establecimiento de baños» con fines terapéuticos de Francia, a instancias de Carlos X. Su nuera, Marie-Caroline de Bourbon, más conocida como duquesa de Berry, se convirtió en su embajadora. La fama de la ciudad alcanzó su apogeo durante la Belle Époque. Como primera estación balnearia de Francia, acogió al rey belga Leopoldo II, a los músicos Saint-Saëns y Debussy, a los pintores Renoir, Pissarro, Monet, al escritor Marcel Proust. Más tarde se rumoreó que fue en Dieppe donde el joven y ambicioso Winston Churchill conoció a su futura esposa Clementine.
3. Cuando los barcos llegaban al puerto de Dieppe, los pilotos franceses se subían a ellos y los conducían a puerto y atraques asignados. Sus grandes enaguas, sus botas y sus gorras de alegres colores los distinguian del resto de marineros.
4. El Hôtel Meurice abrió sus puertas en París en 1815. Originalmente ubicado en 223 Rue Saint-Honoré. En 1835, Le Meurice se trasladó de esa calle a su ubicación actual en la Rue de Rivoli, en un nuevo edificio de lujo, cerca del Palacio y Jardines de las Tullerías . Es el primer hotel con estatus de palacio en París y lleva casi 200 años recibiendo a distinguidos huéspedes de todo el mundo. El hotel ha albergado a numerosos reyes, sultanes y otros huéspedes eminentes, entre ellos Alfonso XIII, Picasso, Salvador Dalí y para añadirle una mayor épica a su trayectoria, Le Meurice fue el primer hotel en París en ofrecer a sus huéspedes un teléfono. Durante la 2ª Guerra Mundial el hotel fue requisado por las fuerzas de ocupación alemanas y se convirtió en el cuartel general de la Wehrmacht entre septiembre de 1940 y agosto de 1944. Fue el general Dietrich von Choltitz, gobernador militar de París, quién desobedeció las órdenes de Hitler de arrasar la ciudad de París. El hotel en la actualidad está administrado por la Colección Dorchester de la Agencia de Inversiones de Brunei .
5. Silla de posta , en francés post chaise– es un carruaje rápido de posta que tuvo uso en el siglo XVIII y principios del XIX. Normalmente tenía una carrocería cerrada sobre cuatro ruedas, sentaba de dos a cuatro personas y era tirado por dos o cuatro caballos. No solían tener banco para el conductor, dejando una vista a través de la ventana delantera para los pasajeros, y los caballos eran montados por postillones quienes dirigían la marcha. Los postillones iban de posta en posta, se quedaban con sus propios caballos y los llevaban de vuelta a casa al final de la etapa.
6. La monarquía francesa llegó a su fin la tarde del 17 de enero de 1793: el rey de Francia Luis XVI iba a ser decapitado y pasaría a la historia como el último que ejerció sus poderes de monarca absoluto.
7. Charles de Espagnac de Cousserans, conocido por conde de España. Emigrado francés al servicio de España, virrey de Navarra y general carlista. Entró en Cataluña, por Francia, en 1838, para convertirse en el comandante general carlista de Cataluña. En 1839 murió asesinado por sus enemigos dentro de las filas carlistas. En Francia, este hombre era Marqués d’Espagnac y Barón de Ramefòrt.
8. Telégrafo óptico o de Chappe. El Telégrafo aéreo de Claude Chappe (1794) es un medio de comunicación óptico. La red telegráfica se constituye de una sucesión de semáforos elevados en torres separadas de entre 6 a 12 kilómetros entre ellas. La posición de las «alas» del semáforo señalan un mensaje codificado a transmitir. Cada posición corresponde a una cifra que le indicaba al receptor una página específica de un cuaderno en el que se encontraba el mensaje escrito correspondiente. El estacionero de la estación receptora entregaba el mensaje en señales telegráficas al director, que lo descodificaba utilizando el libro de códigos. Chappe dirigió esta vasta empresa con la ayuda de sus hermanos. En su apogeo entre 1820 y 1840, el telégrafo óptico llego a contar con 535 torres repartidas en una red de casi 5.000 kilómetros. Un despacho transmitido mediante este revolucionario sistema tardaba unas 4,5 horas en viajar de París a Montpellier.
9. El barón Pichon de Longueville y el marqués de Lalande fueron encarcelados por las autoridades francesas por haber facilitado el paso de Don Carlos a España. El marqués fué el principal agente carlista en la frontera de los Bajos Pirineos durante la guerra. Por no encontrar pruebas suficientes ambos fueron puestos libertad.
10. La ciudad de Bayona era un importante centro comercial merced a su cercanía a la frontera, pero durante la guerra se había convertido en un foco de refugiados, contrabandistas, espías y conspiradores de uno y otro bando.
11. Los guías eran en su mayoría contrabandistas locales que conocían la zona como la palma de su mano y solían cobrar de 75 a 100 francos por cruzar un hombre al otro lado de la frontera. Por cruzar un caballo de contrabando para el ejército carlista con silla y arnés podía ganar unos 500 francos.
12. Texto del mensaje: Zumalacárregui, Estoy cerca de España y mañana espero en Dios estar en Urdax.
Toma tus medidas y te mando que nadie lo sepa absolutamente sino tú. Carlos.
Nota: Para la redacción de este viaje se han utilizado como fuentes las memorias de Louis Xavier Auguet de Saint-Sylvain, Historia de la Guerra Civil de Antonio Pirala, Historia del Tradicionalismo Español de Melchor Ferrer Dalmau, Relación del Viaje del Rey y señor Don Carlos V según Joaquín da Cruz, adaptado por Florencio Idoate, y otros artículos consultados en Internet.